Un hombre necesita de un placer especial para expandir su
mente y su espíritu, para ser libre y feliz. Lo bueno es que puede obtenerlo:
da una orden y sus tres servidores toman a alguien, lo desnudan y lo amarran
de pies y manos. El hombre lo mira, le dice que lo va a golpear, que es
necesario para que llegue ese placer y esa sensación de libertad que busca,
pero que no importa, que puede quejarse, hablar y opinar. Lo golpea, pero se
cansa y le deja la tarea a los servidores. El que está atado se queja. El
hombre se baja los pantalones, le dice que puede decidir su empezar con
la felación o ir directamente al sexo anal. “Por favor, no”, dice el que
está atado. El hombre le repite que escoja entre las dos, pero el otro insiste
en pedir que no lo haga.
“Ese es el problema de ustedes”, dice el hombre. “Se niegan a ser realistas, nunca proponen nada realizable y sólo saben decir que no".
¿Aceptar la felación para arrancar el miembro de un mordisco?
ResponderEliminarEsa podría ser la salida... sin embargo, ¿es posible? Impliaría, en todo caso, que no es en la palabra, sino en la acción, donde la víctima se protegería de la violencia de quienes sólo reconocen su propio derecho a tener subjetividad.
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