domingo, 22 de julio de 2012

Cómo matar un Nasa

Tomado de Wikipedia

¿Debería poner por escrito mi posición sobre lo que pasa en el Cauca? Opinar sobre lo que se debe hacer frente a unos acontecimientos de tanta complejidad es una irresponsabilidad, más aún viniendo de alguien que no sabe nada de lo que pasa allá. Por eso no escribiré de lo más importante: la violencia, los indígenas asesinados, los sufrimientos reales. Me ocuparé, en cambio, de lo único que aparece ante mí en este momento: lo que muestran los medios.

Que en el periodismo la neutralidad y la objetividad son mitos es una obviedad; que los medios tradicionales manipulan la información de un modo deshonesto es también algo sabido. Lo que me pregunto es cómo funciona ese sistema de manipulación. Un día dirigen toda su fuerza contra el congreso, un mes después contra los Nasa; el procedimiento es el mismo: mentir. Pero, ¿cómo opera la mente de quienes construyen esas mentiras?

Uno puede imaginarlo: es como si primero discutieran a solas sobre un hecho para saber qué posición tomar. Una vez resolvieran cuál es el interés “legítimo” para defender, decidieran construir una versión de la realidad, distorsionada y publicitaria (perdón por el pleonasmo). Así, si el congreso debe ser repudiado por un acto de corrupción, se crea una historia ficticia en la que ese acto es excepcional (por eso inadmisible), las reglas de la corrupción son recién descubiertas por los medios, y se desenmascaran con sorpresa a los individuos deplorables; ellos saben que no es así, pero lo que importa el resultado final. Igual en el Cauca: ellos saben que la imagen que difundenen falsa y que el problema es mucho más difícil de entender, pero internamente ya dieron el debate y saben qué posición tomar.  El público no necesita reproducir esa discusión pues no puede entender (o tal vez sí puede, y ese es el problema), así que les muestran la mentira que, creen ellos, es la verdad esencial.

En el caso del Cauca, lo que ellos piensan es que es más importante defender una posición militar que proteger a las personas. Pero eso no se puede difundir así como así, de modo que las mentiras se dicen para crear un efecto. Este efecto no es una frase, pero si lo fuera sería algo como "los Nasa merecen morir".

Esto, por supuesto, es sólo imaginación. No creo que los dueños y directores de los medios tradicionales se sienten a intentar comprender nada. Tienen demasiado poder y dinero como para tener que hacerlo.

sábado, 7 de julio de 2012

Usar a Platón

Foto de Stephen Ferry, del libro Violentología

Esta foto, de Stephen Ferry, muestra a Salvatore Mancuso cuando todavía era el jefe paramilitar que decidía dónde ocurrían las masacres. Lo interesante de la foto, por supuesto, es que logra capturar el rostro del que ordena matar en masa: no el de un monstruo que se regodea en el mal, sino el de un hombre pragmático. Sin embargo, lo que más me interesó fue la circunstancia en que se tomó la foto. Cuenta Ferry, en una entrevista, que Mancuso había citado a unos periodistas del New York Times para hacer unas declaraciones y “lavar su imagen”. Había construido una oficina para la ocasión y, en el escritorio, había puesto los Diálogos de Platón para que los periodistas vieran que estaba ojeando filosofía.

El gesto fue interpretado por el fotógrafo como una mentira (por eso escogió tomar esta foto en lugar de la que Mancuso esperaba). Pero podría ser perfectamente cierto. Uno pensaría en la mil veces contada historia de los nazis que lloraban leyendo a Schiller, o en Robert McNamara que, según contó alguien, tenía en su mesa de noche poemas T.S. Eliot (lo que no le impedía ordenar bombardeos de napalm en Vietnam). Sin embargo, todavía parece que la cultura puede servir para impregnar a la gente de integridad moral o autoridad. Mancuso parecía querer decir “yo no soy un salvaje”; lo que no ve es la conexión posible entre leer a Platón y ser responsable de acabar con una sociedad.

Pero si, como cree el fotógrafo, la pose de lector es falsa, lo que ocurre para Mancuso no es que quiera sentirse más civilizado (poner un libro en la mesa no da para tanto), sino que los libros, como la ropa, son un producto con la única función de generar prestigio. Para Mancuso, la cultura es ante todo un conjunto de objetos que le dan la posibilidad de tener una interlocución privilegiada: ahora puede hablar de tú a tú con los del Times.
Lo peor del asunto es que tiene razón. Cuando se habla de usos de la cultura, se suele resaltar su potencial liberador. Pero trazar la línea entre un libro y sus beneficios inmediatos en términos de emancipación es mucho más difícil que hallar el camino entre el mismo libro y el uso, ruin pero efectivo y inmediato, que le encontró Mancuso. ¿Por qué cuesta tanto lograr que un libro se enfrente a la opresión, pero es tan fácil hacerlo cómplice de esta?