domingo, 15 de junio de 2014

Carta abierta a Santos

Estimado presidente:

Le escribo esta carta aunque sé que usted, ni nadie que trabaja con usted, tiene la más mínima posibilidad de leerla. Acabadas la elecciones, supongo que usted y los suyos volverán a hacer lo que saben hacer mejor: subir al pedestal de las élites y gobernar alejados de los colombianos. Pero le escribo igual porque, ahora que ha sido elegido, y que de un modo u otro pude contribuir a su proyecto, necesito aclararle ―aclararme― qué significa esa pequeña contribución.

Primero que todo, quiero que sepa que usted no me gusta;  que su talento para intrigar, para negociar y quedar bien con todos (los poderosos) no es más que un correlato de su mediocridad como gobernante; que su historia de vida, plagada de ego y oportunismo, me da tristeza; que la tranquilidad con que negocia por la mañana en La Guajira votos con asesinos y por la tarde va a cocteles de gente "decente" me da asco. Entonces, mi voto no legitima su gobierno ni su programa.

Segundo, quiero que sepa que su proceso de paz no me parece suficiente ni me convence. No porque la metodología sea mala o los acuerdos errados (de hecho, parecen ser lo único de su mandato que no está mal hecho), sino porque ninguna paz se logrará mientras la élites para las que usted trabaja sigan pensando que su mundo va a quedar intacto. Mientras no estén dispuestos a perder, no solo dinero, sino ese estado de excepción ante la ley y esa invulnerabilidad perpetua, no podrá haber paz verdadera.

¿Por qué voté por usted, entonces? Para ayudar a salvar esa negociación, insuficiente pero necesaria. Usted ofrece muy poco, porque es muy poco lo que puede dar. Pero ese poco fue mejor para mí que la nada en la que caeríamos de haber ganado Uribe.  Porque aún con sus problemas, este proceso es mejor que la locura militarista que se hubiera tomado del todo el país. Además, a pesar incluso de usted, este proceso abre una esperanza para, poco a poco, construir la paz que sí necesitamos.

Voté por usted, además, porque su anterior gobierno sí me dio algo más que una negociación. No, por supuesto, su inane gestión en educación, su pobre desempeño en la lucha de la desigualdad, ni su miserable falta de transparencia. Su gobierno me dio la posibilidad de ver un país tomado por la movilización social. Ver que la gente se puede organizar y salir, presionar y logar arrinconar un poco al poder, me da esperanza. Falta mucho para que tengamos una ciudadanía realmente activa. Pero al comparar esto con el miedo que vivimos en los años aciagos de Uribe, sentí que habímos ganado algo que debíamos conservar.

Sepa, pues, que el hecho de que haya ganado hoy no cambia lo que pienso de usted. Me gustaría decirle que espero que esté a la altura de esa pequeña parte de confianza que le di. Quisiera exigirle que honre, no solo ese proceso de paz, sino ese respeto a quienes pensamos la política de otro modo, más ético que el suyo. Ojalá sea así, pero no me alcanzo a hacer ilusiones. Así que mejor le digo: ya nos dimos un respiro. La presidencia no se la terminó de tomar el crimen organizado. Nada más. Detrás de usted están igual los poderes verdaderos, esos que nos llevaron a la guerra. Pero detrás de ellos está la sociedad, o las diversas sociedades contrapuestas. Es allí donde estará la verdadera política y, espero, la verdadera paz.

Cordialmente,
Gabriel Rudas
Débora Arango (1907-2005). Plebiscito, 1958 (Óleo sobre lienzo)