lunes, 3 de junio de 2013
Los bárbaros
Acabo de de releer el relato de Kafka "Una hoja vieja" (lo copio en la entrada anterior). El cuento tiene, por supuesto, muchas de las obsesiones de Kafka; puede ser leído como una de esas parábolas sobre la modernidad, sobre la omnipresente ausencia de la ley, sobre el desamparo del sujeto impotente, etc. Sin embargo, esta vez pensé en una lectura apócrifa: el cuento bien hubiera podido haberse escrito hoy en una ciudad de Colombia.
Tenemos entonces zapateros, comerciantes, tenderos, que de repente se ven invadidos por una barbarie que lentamente los había estado rodeando. No saben qué hacer, pero alimentan a los invasores, y los dejan estar. Durante años la pesadilla había sido algo lejano, pero ahora ha llegado hasta ellos, junto a sus casas en las puertas mismas del palacio. Allí, el gobernante observa y se inclina ante el horror, sin hacer otra cosa que poner como escudo a sus ciudadanos. La escena se parece a la sensación que tiene tanta "gente de bien" de las ciudades. Quien dice proteger al pueblo observa inmóvil cómo la pesadilla se extiende; ¿no será el emperador quien llamó a los jinetes, no será que los soldados no se retiraron por miedo, sino para dejar que aquellos hagan su trabajo? Además, imaginamos el horror de la guerra como una barbarie que nada tiene que ver con nosotros y que sólo nos llega por "un malentendido", pero la alimentamos constantemente. ¿No será que, por las noches, algún comerciante o tendero prueba a disfrazarse de bárbaro y se une a ellos en su masacre de bueyes?
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