Tomada del blog "embracing bevin" |
Luego las cosas comienzan a cansarlo a uno. Entonces uno quiere tocar las cosas de verdad, ver bien los colores, pero sobre todo respirar. Uno sueña con salir de la burbuja. Ser libre al fin, se dice uno.
Entonces, cuando menos se piensa la burbuja se fisura un poco, se revienta y todo entra de repente: el aire pútrido, la luz que quema la piel y los ojos, las superficies ásperas y llenas de filos. El mundo se revela con su verdad: la violencia, la miseria, la crueldad. Y lo castiga a uno sin concesiones. Lo castiga por pensar que las cosas dependían de la voluntad de uno y creer que la burbuja estaría ahí para siempre. Lo castiga a uno porque, sin que uno lo admitiera, la burbuja era robada y nada le daba derecho a vivir en ella. Lo castiga por todos los que sufrieron para mantenerla.
Eso, al menos, cree uno. Pero en realidad el mundo lo castiga a uno porque sí, porque de eso se trata, porque ahora sí puede.
Qué interesante es esa metáfora de "vivir en una burbuja", algo que evidentemente no se puede sostener. Igual, me pregunto si en verdad es posible vivir aislado en una burbuja, o por el contrario vivir la realidad directamente, el mundo tal cual es. Pienso que tal vez nunca vivimos ni totalmente en una burbuja ni en la realidad, estamos en una especie de intermedio, en una línea de separación. Y sí, el mundo castiga, y lo interesante y hasta positivo es que no hay razón, que se castiga porque sí.
ResponderEliminarTiene razón, Mario. Nadie está del todo en una burbuja, salvo tal vez cuando se está en el vientre materno. Finalmente es una cuestión de percepción. Primero de los demás (cuando uno cree que alguien "vivie en una burbuja") pero también de uno mismo.
ResponderEliminarLo de que estamos un una línea de separación no lo entiendo mucho.