viernes, 13 de mayo de 2011

Austeridad

Dice Pasolini: "desde hace ya mucho tiempo iba yo repitiendo que siento mucha nostalgia por la pobreza, la mía y la de los otros, y que nos habíamos equivocado al creer que era un mal ... Cuando el dolor de verme rodeado de por gente que ya no reconocía - por una juventud vuelta infeliz, neurótica, afásica obtusa y presuntuosa por mil liras de más que el bienestar les había puesto en los bolsillos - entonces llegó la austeridad, la pobreza obligatoria". Pasolini, comunista extremista y delirante, se explica más adelante: pone en duda su propia afirmación de una pobreza deseable. Pero mientras la pobreza impuesta por los poderosos es siempre rechazada, la nostalgia por esa otra austeridad, entendida como camino voluntario, es un sentimiento que sigue presente, y con mucha fuerza; las mil libras de más no son una ganancia, sino una pérdida.

¿Hay que regresar a la pobreza, a la vida austera de hippies convencidos y anacoretas cristianos? ¿Hay que regresar (o ir, para el caso de alguien como yo, que nunca ha sido pobre) a ese estado real o imaginario de sencilla autenticidad que no está signado por el capitalismo? Hoy en día esto parece ingenuo, mamerto, resentido. Para todos está claro que la renuncia a lo material es falsa e hipócrita, y que la pobreza autoimpuesta no ayuda a nadie. Está claro también que hay que despreciar (y odiar, como se odia al violento, al pedante y al imbécil) a todo aquel que no se entregua en parte a la red de deseos del sistema: hay que estar un poco a la moda (no demasiado, pero sí un poco), hay que viajar mucho, y salir mucho, y ser interesante (es decir ser igualmente versado en Derrida, Franz Fanon, en series de televisión y en estilos de ropa). Pero sobre todo, está claro que por nada del mundo se ha de caer en la ruina personal de los intelectuales de los 60, que no se bañaban.

Y sin embargo, las palabras de Pasolini tienen todavía poder de atracción, aún en este mundo sin fe en comunismos. Tienen la fuerza de recordarnos que todas esas cosas cool, que todo ese estilo en el que hemos de estar inmersos, es también una manipulación del deseo externa a nosotros. La comodidad del dinero sigue siendo un desvío y una trampa, no sólo porque domestica, sino porque nubla la mente y obstruye el camino a lo esencial.

¿Podría uno renunciar a la comodidad, sin después arrepentirse o sin reemplazarla por el fanatismo del asceta o del sacrificado? No lo sé, pero lo veo improbable; tampoco encuentro muchos ejemplos de entregas a la austeridad que desemboquen en el hallazgo de la clave de una vida auténtica.

Pero a pesar de eso, ese no creer en la versión reconciliada, en la versión chic de la vida, sigue teniendo un aura de valentía, sigue siendo un signo de pregunta que no ha recibido una respuesta satisfactoria.

10 comentarios:

  1. Ni tiene por qué haber una respuesta satisfactoria. Si algo hemos aprendido en este mundo posmoderno es que no hay respuestas únicas y estáticas. Ese dilema entre austeridad y comodidad burguesa sí me parece pasado de moda, sobre todo porque hoy es difícil suponer que hay una posibilidad para no estar dentro del sistema capitalista. Y creo que la crítica que hay que hacer más que a la comodidad del burgués, es a la actitud consumista e insaciable. El capitalismo tiene muchos quiebres, hay buscarlos, por ejemplo hay que atacar la idea burguesa del trabajo. Sin embargo, también es difícil (y por eso también me parece pasado de moda) considerar que es posible elegir la austeridad. No sé qué tanto queramos hacerlo, si hemos crecido en una sociedad en la que esa elección no es del todo posible, pero donde, además, hemos sido introducidos en una experiencia de consumo infinito, cómo hacer que las personas no quieran eso. Siento que también es muy difícil para muchos de nosotros no querer e, incluso, anhelar esa vida tranquila de burgués dedicado a la reflexión intelectual. Y si además de todo para poder acceder al mundo (es decir, a los productos comerciales, tanto los de uso común, como los culturales) es necesario trabajar, ganar dinero, pues la austeridad no parece ser la mejor opción. Bueno, no sé... Y tampoco creo en la posibilidad de una vida auténtica, ni si quiera sé qué podría ser eso, eso existe?

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  2. Comparto la incredulidad de Mario respecto a la vida auténtica y le sumo la del "camino a lo esencial".

    Otras dudas me quedaron al leer el texto: ¿por qué hay que despreciar al que no se entrega (o, mejor, cree no entregarse) a esa red de deseos? ¿Qué tienen en común el pedante, el violento y el imbécil con este tipo de "negacionista" de la vida material burguesa que ya no es exclusivamente burguesa?

    Por lo demás, quedo con la sensación de que la idea no se desarrolla del todo bien en parte, al menos, por la estructura del texto. Los párrafos "a favor" y "en contra" se intercalan, y entre ellos llega a perderse por momentos la continuidad de su estilo (pienso en particular en el segundo párrafo en relación con el anterior y el siguiente).

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  3. Muy divertida la entrada y los dos comentarios, me alegraron la noche... les propongo un juego: cambiemos de vida lo más posible cada año por al menos diez años (nuevos oficios, nuevas lenguas, nuevo arte, nuevos amigos, nueva posición social, etcétera) y después de esos diez años cada uno escribe "algo" sobre ese "camino a lo esencial" del que escribió Gabriel más arriba (lo describe, lo niega, lo ratifica, lo enuncia, etcétera) (que buena palabra que es "etcétera")... de allí, me imagino, podrá salir un hermoso post... y si no por lo menos nos divertiremos muchísimo por diez años. ¿jugar no ha pasado de moda en la posmodernidad, o sí? (pregunta sincera, no he leído casi teoría al respecto)

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  4. No tengo la menor idea; tampoco he leído nada de teoría al respecto. Pero, sinceramente, ¿pasará alguna de vez de moda?

    Su idea también está divertida, ¡pero diez años son demasiados! Eso significaría que sólo puedo cambiar de vida unas cinco o seis veces más, a lo sumo, y eso resulta más bien poco. Yo preferiría periodos de cuatro años, pero intercalados con otros cuatro, planeados más aburridos, como para conservar la ilusión de equilibrio.

    Así, un desarrollo interesantísimo sería que mi yo botánico de ciertos cuatro años ideara, buscara y rechazara lo esencial en la meticulosidad y la paciencia, para luego creer en lo esencial de la repetición (y el enigmático olvido del yo) en el trabajo de uno de los últimos obreros de fábrica. Uno a uno los personajes se crearían por necesidad, por puro aburrimiento de sí mismos. Y como resulta tan fácil aburrirse de uno, es excesivo esperar diez años para matar a uno y coronar al siguiente.

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  5. NO... yo decía cambiar cada año de vida durante diez años... y no pensemos que vamos a ser.. o sea no pensar que vamos a ser botánicos ni obreros... ir siguiendo ciertas "invitaciones" que se manifiesten durante
    el año... o deseos. Así tal vez podamos descubrir si hay algo "esencial" sobre todos los cambios que nos una en un "yo".

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  6. Oiga, qué pena... Leí muy mal lo que escribió. Pero para no usurparle más el espacio a Gabriel, le contesto por otro medio ;)

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  7. Gracias, Francisco, por la decencia ;) por cierto, tomo nota de sus comentarios sobre la estructura del texto.

    Germán: buena propuesta, pero injusta: creo que ya nos lleva al menos un año de ventaja.

    Mario: es interesante que comience afirmando la imposibilidad de una respuesta satisfactoria, y acto seguido exponga una. El post no va para ningún lado en particular, pero si ha de tener un sentido, es justamente contradecir esa respuesta que usted plantea: la austeridad voluntaria como ideal ha demostrado su imposibilidad y su fracaso; sin embargo se ha asumido en la práctica social que lo que esa actitud señalaba como problema no merece la pena ser tenido en cuenta. Es decir, aún cuando la alternativa que se proponía era problemática, la opción que ya estaba no funciona, y en eso tiene razón Pasolini. El que se diga que el problema ha "pasado de moda" es una manifestación de que se ha dejado de de tener en cuenta tanto la alternativa de una vida austera, como lo que ésta criticaba. El relativismo en su versión superficial (que es lo que está de moda) se encarga de proveer malabarismo retórico necesario para justificar el confort y la "estética del consumo" como lo que, en la práctica, se ha escogido como camino. Justamente, al leer a Pasolini, como un autor del pasado, propongo que ese "ha pasado de moda" no es suficiente para despachar el problema. De un modo más general, añado que me interesan esas discusiones precisamente por que no están de moda, pues he encontrado que señalan asuntos sobre los que hay que volver.

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  8. Evidentemente el asunto de la posición acerca de la austeridad o la comodidad no se puede despachar con una fórmula como el pasar de moda. Sólo que me parece que el planteamiento sí es algo anticuado. Es decir, debatirse entre la austeridad y el confort no me parece una posición actual, en primera medida porque quien se planeta ese dilema generalmente está en una posición de confort. Lo que quería hacer era preguntarle y preguntar en general para qué y qué sentido tiene hacer ese debate. Usted dice que la comodidad hoy se justifica con un malabarismo retórico, y puede tener razón, pero no sé si el sostenimiento del dilema no justifica otra retórica. Obviamente que el asunto se mantiene, y supongo que constantemente nos cuestionamos sobre nuestro estilo de vida. Y no es que no merezca ser tenido en cuenta ese problema que la austeridad ideal planteaba, sólo que creo que puede abordarse desde otro lugar, y no desde un planteamiento que, a mí parecer, es algo reducido. Porque la propuesta de Pasolini, por lo menos la que yo interpreto de la cita que usted usa, es que la pobreza es una especie de actitud ascética, que puede servir como protesta ante el mundo consumista que sólo aumenta la insatisfacción. Pero, discúlpeme, a mí eso me parece muy anticuado. Y desde un punto de vista mucho más personal, me parece una actitud de superioridad, porque describir la pobreza como un lugar ideal, creo, sólo se hace desde la posición contraria a la del pobre, quien seguramente no la considerara tan perfecta.
    Claro, esto sólo puede ser relativismo, pero bueno, desde un punto de vista más material, ¿por qué elegir la austeridad?

    Y mi comentario no pretendía ser una respuesta, y mucho menos una satisfactoria, como queda comprobado por su respuesta. Que yo diga que no es posible dar una respuesta única no significa que no pueda proponer una de las muchas posibles respuestas. Yo no pretendía resolver nada.

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  9. Ojalá existiera todavía para nosotros la posibilidad de esa vida burguesa tan criticada , lamentablemente sólo nos quedan vagos rezagos de lo que lo que fue el verdadero espíritu burgués.Me parece mucho, como dice Sándor Márai en su autobiografía Memorias de un burgués, que la definición de burgués no tiene tanto que ver con la idea que se tenga del trabajo, como lo hicieron creer los rusos, ni con las pertenencias sino que es algo mucho más esencial, cierta forma de ver la vida, ciertos ideales...

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  10. Mejor rico y con salud que pobre y enfermo. La vida austera y la pobreza no tienen nada de agradable, cercenan las posibilidades del individuo y lo van marginando del mundo, esa concepción cristiana de que la pobreza va ligada a la sabiduría y a una vida espiritual plena es pura M. Muy pocos escogen la pobreza deliberadamente y los que lo hacen son muy sospechosos, locos casi todos. Todos nosotros hemos padecido la pobreza y me va a decir alguien que le gustó, que le dio sabiduría, que no habría preferido no padecerla?
    Esta es mi reflexión sobre el tema. No en palabras académicas, pero ustedes sabrán hacer la traducción pues manejan muy bien ese lenguaje.

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