Foto de Stephen Ferry, del libro Violentología |
Esta foto, de Stephen Ferry, muestra a Salvatore Mancuso cuando todavía era el jefe paramilitar que decidía dónde ocurrían las masacres. Lo interesante de la foto, por supuesto, es que logra capturar el rostro del que ordena matar en masa: no el de un monstruo que se regodea en el mal, sino el de un hombre pragmático. Sin embargo, lo que más me interesó fue la circunstancia en que se tomó la foto. Cuenta Ferry, en una entrevista, que Mancuso había citado a unos periodistas del New York Times para hacer unas declaraciones y “lavar su imagen”. Había construido una oficina para la ocasión y, en el escritorio, había puesto los Diálogos de Platón para que los periodistas vieran que estaba ojeando filosofía.
El gesto fue interpretado por el fotógrafo como una mentira (por eso escogió tomar esta foto en lugar de la que Mancuso esperaba). Pero podría ser perfectamente cierto. Uno pensaría en la mil veces contada historia de los nazis que lloraban leyendo a Schiller, o en Robert McNamara que, según contó alguien, tenía en su mesa de noche poemas T.S. Eliot (lo que no le impedía ordenar bombardeos de napalm en Vietnam). Sin embargo, todavía parece que la cultura puede servir para impregnar a la gente de integridad moral o autoridad. Mancuso parecía querer decir “yo no soy un salvaje”; lo que no ve es la conexión posible entre leer a Platón y ser responsable de acabar con una sociedad.
Pero si, como cree el fotógrafo, la pose de lector es falsa, lo que ocurre para Mancuso no es que quiera sentirse más civilizado (poner un libro en la mesa no da para tanto), sino que los libros, como la ropa, son un producto con la única función de generar prestigio. Para Mancuso, la cultura es ante todo un conjunto de objetos que le dan la posibilidad de tener una interlocución privilegiada: ahora puede hablar de tú a tú con los del Times.
Lo peor del asunto es que tiene razón. Cuando se habla de usos de la cultura, se suele resaltar su potencial liberador. Pero trazar la línea entre un libro y sus beneficios inmediatos en términos de emancipación es mucho más difícil que hallar el camino entre el mismo libro y el uso, ruin pero efectivo y inmediato, que le encontró Mancuso. ¿Por qué cuesta tanto lograr que un libro se enfrente a la opresión, pero es tan fácil hacerlo cómplice de esta?
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