Tomada del blog "embracing bevin" |
Luego las cosas comienzan a cansarlo a uno. Entonces uno quiere tocar las cosas de verdad, ver bien los colores, pero sobre todo respirar. Uno sueña con salir de la burbuja. Ser libre al fin, se dice uno.
Entonces, cuando menos se piensa la burbuja se fisura un poco, se revienta y todo entra de repente: el aire pútrido, la luz que quema la piel y los ojos, las superficies ásperas y llenas de filos. El mundo se revela con su verdad: la violencia, la miseria, la crueldad. Y lo castiga a uno sin concesiones. Lo castiga por pensar que las cosas dependían de la voluntad de uno y creer que la burbuja estaría ahí para siempre. Lo castiga a uno porque, sin que uno lo admitiera, la burbuja era robada y nada le daba derecho a vivir en ella. Lo castiga por todos los que sufrieron para mantenerla.
Eso, al menos, cree uno. Pero en realidad el mundo lo castiga a uno porque sí, porque de eso se trata, porque ahora sí puede.