martes, 5 de abril de 2011

Palabras en prisión I

Cuando alguien acaba en la cárcel, la sociedad, sus valores y significados, le han fallado. No importa lo que se piense desde la justicia o desde la sociedad, desde el punto de vista del preso se ha llegado al punto en que las promesas de los discursos oficiales no funcionan más.
Hace unos días recibí una placa de agradecimiento por ser jurado de un concurso para cuentos en las cárceles. Recordé los cuentos: la mayoría de ellos eran producto de un taller sobre el bicentenario: casi todos eran repeticiones de los lugares comunes sobre la independencia, o variaciones de un tema al parecer motivado por un tallerista (un viaje en el tiempo al momento del incidente del florero de Llorente); es decir, no decían nada. Otros intentaban contar cómo habían caído en el mundo del crimen y cómo ahora querían salvarse; la conversión a Cristo era la norma. En ambos casos no se podía escuchar sino las palabras de alguien más. Eran cuentos escritos con el fin de complacer a quien los dirigía, en la escritura o en sus vidas. Así, no erran ellos quienes hablaban: por ellos hablaba el tallerista o el pastor. Y por el tallerista y el pastor hablan la televisión, o la escuela. Al final, a nadie le importa que no se diga nada, mientras se escribe lo que se supone que que lo que otros querrían escuchar. Sus palabras eran réplicas de composiciones de niño juicioso, textos que ocultan la experiencia y falsean el mundo.
En eso también son iguales a las palabras de quienes no están en prisión, o creen no estarlo.

2 comentarios:

  1. Hola Gabriel: empezaré a leerte, chévere blog. Respecto a este post, entiendo lo que dices porque trabajé con presos en promoción de lectura. Es cierto sentido es cierto, pero también conozco casos diferentes, escritos donde sí se les puede escuchar la voz. Claro, no estamos hablando de alta literatura (tal vez ni siquiera de literatura), pero sí son lecturas que valen la pena. No se si conoces el libro Fugas de tinta. Te lo recomiendo (está en la BLAA).

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  2. Gracias, Valeria. Lo tendré en cuenta.

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